DIAMANTE EN TUS OJOS
Me acuerdo de aquel día como si fuera hoy…será que esta tarde se parece mucho a aquella, con la diferencia de que hoy me invade el alma la ausencia, el dolor y la nostalgia.
Estábamos, vos y yo, en un banco blanco del parque mientras el sirimiri, como lágrimas de diamantes se nos absorbía en la piel y las auras iridiscentes se entrelazaban, unánimes. Pasamos la tarde conversando, riendo, regalándonos miradas cómplices, dedicándonos frases suaves y espontáneas, mientras las horas se esparcían por el césped húmedo, y los minutos no se perdían, éstos se guardaban en nuestras almas para tejer futuros recuerdos en nuestro corazón.
Era todo tan extraño como perfecto, una atmósfera de ensueño cubría íntegramente nuestras vidas.
Tu existencia colmaba de rubor mis mejillas, de brillantina mis ojos y de perlas todas mis sonrisas.
El color rosado del amanecer se extendía durante todo el día, y así atravesábamos la vida cotidiana con una sonrisa y un espíritu optimista.
Todo era más hermoso en tu compañía, todos los días eran especiales…nublados o soleados, fríos o cálidos, cada uno era apreciable y ninguno se parecía demasiado al anterior.
Me acuerdo cuando me dedicaste la canción de Luis Alberto Spinetta que tanto me gusta, “Alma de diamante”, alrededor de los años ochenta.
Siempre me prestabas atención. Te mostrabas tan interesado en lo que me sucedía, y en mis sentimientos (cuando los dejaba salir, cuando los sacaba a pasear…un ratito por día, en esos ratitos en los que te veía)
Me enseñaste a ver el mundo con un caleidoscopio.
Si algún comentario negativo brotaba de mis labios, sabías como disiparlo. Yo me sorprendía porque convertías mis quejas en una moraleja. Siempre lograbas encontrarle el lado óptimo a cada situación, y así desvanecías mis miedos e inseguridades, impulsándome siempre hacia delante. Enseñándome a ser la mujer valiente que soy.
¡Cuánto sentido le diste a mi vida!, a mi niñez, a mi juventud…
Y ahora cargo sola con esta adultez un poco orgullosa pero desgastada a la vez…y esta sabiduría que mis palabras, mi piel, dejan percibir, ¡y que la lluvia no ha de borrar!
¿Te acordás de la única vez que discutimos? ¡Cuánto llore y reí ese día!
Al otro día me regalaste un anillo precioso, conocías muy bien mis preferencias. Ese día nos comprometimos. Siempre soñamos con casarnos y tener hijos.
Me acuerdo cuando comenzaba el verano y egresábamos de la escuela secundaria.
¡Los treinta y dos compañeros organizamos una fiesta en la quinta de Susana!
Joaquín ya perfilaba su vocación de fotógrafo. Capturó nuestra imagen natural, ¡y de casualidad salió el arcoiris de fondo! ¡Qué sorpresa cuando la reveló! Si esa fotografía hubiese sido revelada en la actualidad, muchos dirían que el arcoíris es producto de algún programa de computación para hacer efectos especiales.
Nuestras vidas estaban pintadas de sorpresas hermosas, pero meses después me encontré con otro tipo de sorpresa:
Debíamos distanciarnos por un tiempo. Te habían convocado para cumplir el servicio militar. Nunca nos hubiéramos imaginado que meses más tarde, irías a una guerra.
El día anterior a tu partida prometimos que nada ni nadie sería un obstáculo en nuestra relación, y me regalaste la medalla que abraza mi cuello, esta medalla que sobrevivió conmigo todos estos años.
Cuando te miré había diamantes en tus ojos, claro que en los míos también.
Sollozos, sonrisas nerviosas y espasmos de angustia. Las despedidas son desgarradoras.
Los días transgredían mis sueños, cada carta me conmovía. Yo era consciente de que nunca habíamos permanecido tan lejos, durante meses.
Recuerdo esa madrugada en la que me desperté de un salto, atendí el teléfono, ¡y era tu voz!, mi corazón dejó de latir por una milésima de segundo.
Susurrabas que debías irte a las Islas Malvinas a “defender la Patria”.
Mi voz se quebró. Debiste colgar el teléfono luego de soltar un desesperado “te amo” que no llegué a responder.
Tres meses después, recibí una carta y dos llamados que cambiaron mi vida para siempre.
Sólo me quedó esperar el momento de reencontrarme con vos.
Tuve que esperar un año infausto para poder viajar a las islas (que ya no se llamaban Malvinas) y mientras volaba, yo miraba a través de la ventanilla las nubes de algodón, y la tormenta que éstas contenían.
¡Qué cerca debía estar tu alma etérea de la mía!
Cuando aterrizamos, observé el paisaje panorámicamente. Se encontraba devastado y un silencio sepulcral lo invadía todo.
Una mujer me acompañó al “reencuentro” con vos.
Lloré frente a la cruz durante un día entero. Le lloré a las flores.
El cielo se compadeció de mi alma y lloró conmigo.
No podía (ni quería) leer tu nombre en esa lápida.
Mi corazón aún no procesaba la tragedia. Y mientras éste se desgarraba, yo recordaba cíclicamente los diamantes en tus ojos y el espejo en los míos, esa última vez que te vi.
Te arrancaron la vida, y eras tan joven, leal, inteligente, audaz…
Serás eterno como todos los héroes de las Islas Malvinas. Incluso como los jóvenes ingleses, que más que adversarios, eran personas portadoras de sentimientos, convicciones, sueños, proyectos, anhelos…en definitiva, también tenían un corazón igual al nuestro.
Inglaterra se quedó con nuestras islas, ¿es aquel un triunfo? ¿Triunfar es arrasar vidas?
La guerra y la muerte inexorable no discriminan.
Pero serás eterno, como perpetua será la consciencia (inmersa en el remordimiento) de las “personas” responsables que no perdieron la vida, porque en realidad nunca la arriesgaron, porque en realidad, prefirieron exponer a esos jóvenes no idóneos en el campo de batalla.
Serás eterno como el cielo, celeste y blanco, ¡Y serás eternamente el amor de mi vida!
Me acuerdo de aquel día como si fuera hoy…será que esta tarde se parece mucho a aquella, con la diferencia de que hoy me invade el alma la ausencia, el dolor y la nostalgia.
Estábamos, vos y yo, en un banco blanco del parque mientras el sirimiri, como lágrimas de diamantes se nos absorbía en la piel y las auras iridiscentes se entrelazaban, unánimes. Pasamos la tarde conversando, riendo, regalándonos miradas cómplices, dedicándonos frases suaves y espontáneas, mientras las horas se esparcían por el césped húmedo, y los minutos no se perdían, éstos se guardaban en nuestras almas para tejer futuros recuerdos en nuestro corazón.
Era todo tan extraño como perfecto, una atmósfera de ensueño cubría íntegramente nuestras vidas.
Tu existencia colmaba de rubor mis mejillas, de brillantina mis ojos y de perlas todas mis sonrisas.
El color rosado del amanecer se extendía durante todo el día, y así atravesábamos la vida cotidiana con una sonrisa y un espíritu optimista.
Todo era más hermoso en tu compañía, todos los días eran especiales…nublados o soleados, fríos o cálidos, cada uno era apreciable y ninguno se parecía demasiado al anterior.
Me acuerdo cuando me dedicaste la canción de Luis Alberto Spinetta que tanto me gusta, “Alma de diamante”, alrededor de los años ochenta.
Siempre me prestabas atención. Te mostrabas tan interesado en lo que me sucedía, y en mis sentimientos (cuando los dejaba salir, cuando los sacaba a pasear…un ratito por día, en esos ratitos en los que te veía)
Me enseñaste a ver el mundo con un caleidoscopio.
Si algún comentario negativo brotaba de mis labios, sabías como disiparlo. Yo me sorprendía porque convertías mis quejas en una moraleja. Siempre lograbas encontrarle el lado óptimo a cada situación, y así desvanecías mis miedos e inseguridades, impulsándome siempre hacia delante. Enseñándome a ser la mujer valiente que soy.
¡Cuánto sentido le diste a mi vida!, a mi niñez, a mi juventud…
Y ahora cargo sola con esta adultez un poco orgullosa pero desgastada a la vez…y esta sabiduría que mis palabras, mi piel, dejan percibir, ¡y que la lluvia no ha de borrar!
¿Te acordás de la única vez que discutimos? ¡Cuánto llore y reí ese día!
Al otro día me regalaste un anillo precioso, conocías muy bien mis preferencias. Ese día nos comprometimos. Siempre soñamos con casarnos y tener hijos.
Me acuerdo cuando comenzaba el verano y egresábamos de la escuela secundaria.
¡Los treinta y dos compañeros organizamos una fiesta en la quinta de Susana!
Joaquín ya perfilaba su vocación de fotógrafo. Capturó nuestra imagen natural, ¡y de casualidad salió el arcoiris de fondo! ¡Qué sorpresa cuando la reveló! Si esa fotografía hubiese sido revelada en la actualidad, muchos dirían que el arcoíris es producto de algún programa de computación para hacer efectos especiales.
Nuestras vidas estaban pintadas de sorpresas hermosas, pero meses después me encontré con otro tipo de sorpresa:
Debíamos distanciarnos por un tiempo. Te habían convocado para cumplir el servicio militar. Nunca nos hubiéramos imaginado que meses más tarde, irías a una guerra.
El día anterior a tu partida prometimos que nada ni nadie sería un obstáculo en nuestra relación, y me regalaste la medalla que abraza mi cuello, esta medalla que sobrevivió conmigo todos estos años.
Cuando te miré había diamantes en tus ojos, claro que en los míos también.
Sollozos, sonrisas nerviosas y espasmos de angustia. Las despedidas son desgarradoras.
Los días transgredían mis sueños, cada carta me conmovía. Yo era consciente de que nunca habíamos permanecido tan lejos, durante meses.
Recuerdo esa madrugada en la que me desperté de un salto, atendí el teléfono, ¡y era tu voz!, mi corazón dejó de latir por una milésima de segundo.
Susurrabas que debías irte a las Islas Malvinas a “defender la Patria”.
Mi voz se quebró. Debiste colgar el teléfono luego de soltar un desesperado “te amo” que no llegué a responder.
Tres meses después, recibí una carta y dos llamados que cambiaron mi vida para siempre.
Sólo me quedó esperar el momento de reencontrarme con vos.
Tuve que esperar un año infausto para poder viajar a las islas (que ya no se llamaban Malvinas) y mientras volaba, yo miraba a través de la ventanilla las nubes de algodón, y la tormenta que éstas contenían.
¡Qué cerca debía estar tu alma etérea de la mía!
Cuando aterrizamos, observé el paisaje panorámicamente. Se encontraba devastado y un silencio sepulcral lo invadía todo.
Una mujer me acompañó al “reencuentro” con vos.
Lloré frente a la cruz durante un día entero. Le lloré a las flores.
El cielo se compadeció de mi alma y lloró conmigo.
No podía (ni quería) leer tu nombre en esa lápida.
Mi corazón aún no procesaba la tragedia. Y mientras éste se desgarraba, yo recordaba cíclicamente los diamantes en tus ojos y el espejo en los míos, esa última vez que te vi.
Te arrancaron la vida, y eras tan joven, leal, inteligente, audaz…
Serás eterno como todos los héroes de las Islas Malvinas. Incluso como los jóvenes ingleses, que más que adversarios, eran personas portadoras de sentimientos, convicciones, sueños, proyectos, anhelos…en definitiva, también tenían un corazón igual al nuestro.
Inglaterra se quedó con nuestras islas, ¿es aquel un triunfo? ¿Triunfar es arrasar vidas?
La guerra y la muerte inexorable no discriminan.
Pero serás eterno, como perpetua será la consciencia (inmersa en el remordimiento) de las “personas” responsables que no perdieron la vida, porque en realidad nunca la arriesgaron, porque en realidad, prefirieron exponer a esos jóvenes no idóneos en el campo de batalla.
Serás eterno como el cielo, celeste y blanco, ¡Y serás eternamente el amor de mi vida!
12 comentarios:
Me gusto mucho el cuento, se ve tan vivo, con mucho sentimiento en realidad no parece de alguien de 18 si no de alguien con mucha madurez.
Querida Ali:
Gracias por tu cariño, simpatía, dulzura y la energía positiva que emanas. Me hace muy feliz el haberte conocido, y seguir descubriendo en vos, la maravillosa mujer que cualquier persona con una gota de intuición sabe reconocer.
Me alegra que te hayan llegado al corazón las cosas que expreso a traves de las palabras.
Estuve recorriendo tu blog, y es hermosa la capacidad de crear que llevas en el alma. Sin duda, el ser humano necesita crear, asi como necesita amar.
El ser humano expresa su ser a través del arte.
¡Felicitaciones!
Mil besos,
Hasta pronto *·.
Hola, Alice! Qué lindo encontrar hoy tu mensaje! Espero que estés mucho mejor! Lo del SAL está buenísimo, hasta ahora sólo ha entregado un objetivo (yo todavía no lo terminé, ups!!!), que es bordar un pino blanco sobre tela roja y en rojo sobre blanco! Lo bordas según patrón y lo decoras a tu gusto! Por el momento es sólo un objetivo mensual, pero si no se harían 2 por mes. Espero que te anotes pasando por el blog de Gabiota!. Gracias! MUCHOS BESOTES!!!
Que linda historia, Alice....
La verdad es que me ha emocionado..., un besito, guapa, y me encanta tu nuevo fondo de blog!!
Hermoso, realmente muy bello. Como siempre Alice, con ese carisma y tu especial sensibilidad para las cosas del alma (buenas y hermosas cosas). Un beso, te quiero mucho.
Olá Alice minha querida, obrigada pela sua visita e pelo carinho conosco em nosso blog.
Quero dizer que esse conto da Fernanda está mesmo maravilhoso e nos deixa sim, com "Diamantes nos Olhos" de muita emoção. Parabéns a ela por escrever e a você por partilhar conosco.
Tenha um lindo final de semana, que seja de muita paz e muita alegria. Beijos querida.
Valéria
Waooo, que cuanto tan tierno,,, me encantó. Amiga pasate por mi blog que te tengo un regalito...
hasta pronto...
Que historiatan bonita me emocionastes ,Alice ,feliz domingo junto a los tuyos y buena semana besossssssssssssss
Oieee!!!!!
Obrigada por me visitar!!!!
Bom final de semana p vc!!!
;0)
Beijoos
Sencillamente precioso.
buen fin de semana. besos
Gracias por tu comentario de mi ultima entrada publicada! me alegro que te haya gustado, Alice!
una alegria verte ayer, sos tan encantadora! :)
besitos *·.
Que preciosidad de relato, me ha encantado.
Cuendo puedas pasate por mi blog de premios que te he dejado una cosita para ti.
Un besito.
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